Le pillamos en pleno inventario de su estudio, situado en una zona de talleres de Madrid, en un edificio aséptico en una extraña calle sin salida, donde también tiene su casa. Está a punto de viajar a Canadá, donde pasa los veranos. Buen momento para mirar atrás, alrededor y adelante. Nos abre la puerta una figura de 1,95 metros, entre desgarbada, quijotesca y ensimismada, que responde tras reflexivas pausas.
Escrito por Rafael Ruiz para El País, 5 agosto 2012
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